viernes, 14 de marzo de 2014

Bajo la misma estrella. [Capítulos 4-6]




Capítulo 4


Me fui a la cama algo temprano esa noche, cambiándome a bóxers
de hombre y una camiseta antes de trepar bajo las frazadas de mi
cama, la cual era tamaño queen y estaba coronada con
almohadas y era uno de mis lugares favoritos en el mundo. Y luego
comencé a leer Una Aflicción Imperial por millonésima vez.
UAI es sobre una chica llamada Anna, quien narra la historia, y su madre
de un ojo, que es una jardinera profesional obsesionada con los tulipanes, y
tienen una vida normal de clase media baja en una pequeña ciudad al
centro de California hasta que Anna contrae este raro cáncer de sangre.
Pero no es un libro de cáncer, porque los libros de cáncer apestan. Como,
en libros de cáncer, la persona con cáncer comienza una beneficencia
que reúne dinero para luchar contra el cáncer, ¿no? Y este compromiso
con la caridad le recuerda a la persona con cáncer la bondad esencial
de la humanidad y le hace sentir amado/a y apoyado/a porque dejará un
legado de curación de cáncer. Pero en UAI, Anna decide que ser una
persona con cáncer que comienza una beneficencia de cáncer es un
poco narcisista, así que comienza una beneficencia llamada La Fundación
de Anna para gente con cáncer que quiere sanar la cólera.
Además, Anna es honesta sobre todo aquello en una manera que nadie lo
es realmente: A través del libro, se refiere a sí misma como el efecto
secundario, lo que es completamente correcto. Los niños con cáncer
esencialmente son efectos secundarios de la inexorable mutación que
hace la diversidad de la vida en la tierra posible. Así que a medida que
avanza la historia, se pone más enferma, los tratamientos y la enfermedad
compiten para matarla, y su mamá se enamora de este comerciante de
tulipanes holandés que Anna llama el Hombre Tulipán Holandés. El Hombre
Tulipán Holandés tiene mucho dinero e ideas muy excéntricas sobre cómo
tratar el cáncer, pero Anna cree que este hombre puede ser un estafador y posiblemente ni siquiera holandés, y luego justo cuando el posible
holandés y su madre están a punto de casarse y Anna va a comenzar con
este loco nuevo régimen de tratamiento que involucra hierba de trigo y
bajas dosis de arsénico, el libro termina justo en el medio de eso.
Lo sé es una decisión muy literaria y todo y probablemente parte de la
razón por la que amo tanto este libro, pero hay algo recomendable en una
historia que termina. Y si no puede terminar, entonces al menos debería
continuar en la perpetuidad como las aventuras del Pelotón del Sargento
Max Mayhem. Entiendo que la historia termina porque Anna murió o se enfermó
demasiado para escribir y esta cosa de la frase a medias era para reflejar
como la vida realmente termina y lo que sea, pero había otros personajes
además de Anna en la historia, y parecía injusto que nunca supiera qué
pasaría con ellos. He escrito, encargándoselo a su editorial, una docena
de cartas a Peter Van Houten, cada una pidiendo respuestas a algunas
preguntas sobre que pasa después del final de la historia: si el Hombre
Tulipán Holandés es un estafador, si la madre de Anna termina casada con
él, qué ocurre con el estúpido hámster de Anna, el cual su mamá odia, si
los amigos de Anna se gradúan de secundaria, todas esas cosas. Pero él
nunca respondió ninguna de mis cartas.
UAI era el único libro que Peter Van Houten había escrito, y todo lo que se
suponía que se sabía era que se había mudado de los Estados Unidos a los
Países Bajos y se había vuelto algo solitario. Imaginaba que estaba
trabajando en una secuela ambientada en los Países Bajos, tal vez la
mamá de Anna y el Hombre Tulipán Holandés se habían terminado
mudando allá e intentaban comenzar una nueva vida. Pero han pasado
años desde que Una Aflicción Imperial salió, y Van Houten no había
publicado mucho más que una entrada de blog. No podía esperar para
siempre.
Mientras releía esa noche, continuaba distrayéndome al imaginar a
Augustus Waters leyendo las mismas palabras. Me preguntaba si le
gustaría, o lo descartaría por pretencioso. Luego recordé mi promesa de
llamarlo luego de leer El Precio del Amanecer, así que encontré su número
en su portada y le mandé un mensaje. 
Reseña del Precio del Amanecer: Demasiados cadáveres. Insuficientes
adjetivos. ¿Qué tal UAI?
Respondió un minuto después:
Si bien recuerdo, prometiste LLAMAR cuando terminaras el libro, no enviar
un mensaje de texto.
Así que llamé.
—Hazel Grace —dijo al contestar.
—¿Así que lo leíste?
—Bueno, no lo he terminado. Es de seiscientas cincuenta y una páginas y
he tenido veinticuatro horas.
—¿Cuánto llevas?
—Cuatrocientas cincuenta y tres.
—¿Y?
—Voy a suspender el juicio hasta que termine. Sin embargo, diré que me
siento algo avergonzado de haberte dado El Precio del Amanecer.
—No lo estés. Ya estoy en Réquiem para Mayhem.
—Una brillante adición para la serie. Así que, bien, ¿el Hombre Tulipán
Holandés es un estafador? Tengo un mal presentimiento sobre él.
—Sin adelantos —dije.
—Si es algo menos que un completo caballero, voy a arrancarle los ojos.
—Así que estás metido en ello.
—¡Suspendiendo juicio! ¿Cuándo puedo verte?
—Definitivamente no hasta que termines Una Aflicción Imperial —
Disfrutaba ser coqueta.
—Entonces mejor cuelgo y comienzo a leer.
—Más te vale —dije, y la línea se cortó sin otra palabra.
Coquetear era nuevo para mí, pero me gustaba.
~~♥~♥~♥~♥~

A la mañana siguiente tenía Poesía Americana del Siglo Veinte en el MCC.
Esta mujer mayor nos dio un discurso en el que se las arregló para hablar
por noventa minutos sobre Sylvia Plath sin citar ninguna de las palabras de
Sylvia Plath.
Cuando salí de clases, mamá estaba parada en la curva al frente del
edificio.
—¿Esperaste aquí todo el tiempo? —le pregunté mientras ella se
apresuraba para ayudarme a arrastrar mi carro y tanque dentro del auto.
—No, recogí la ropa de la tintorería y fui a la oficina de correos.
—¿Y luego?
—Tenía un libro para leer —dijo.
—Y yo soy la que necesita una vida —sonreí, y ella intentó sonreírme de
vuelta, pero había algo endeble en ella. Después de un segundo, dije—:
¿Quieres ir a ver una película?
—Claro. ¿Algo que quieras ver?
—Sólo hagamos la cosa en que uno va y ve lo que sea que esté por
comenzar —cerró la puerta por mí y caminó hacia el lado del conductor.
Nos dirigimos hacia el teatro Castleton y vimos una película en 3D sobre
jerbos que hablan. Era algo graciosa, de hecho.
Cuando salí de la película, tenía cuatro mensajes de texto de Augustus.
Dime que a mi copia le faltan las últimas veinte páginas o algo.
Hazel Grace, dime que no he llegado al final de este libro.
OH DIOS MÍO SE CASAN O NO OH DIOS MÍO QUÉ ES ESTO. 
¿Supongo que Anna muere así que sólo termina? CRUEL. Llámame cuando
puedas. Espero que todo esté bien.
Así que cuando llegué a casa salí al jardín y me senté en esta silla de patio
oxidada y lo llamé. Era un día nublado, típico en Indiana: el tipo de clima
que te encierra. En nuestro jardín de atrás predominaba mi columpio de la
infancia, que lucía algo anegado y patético.
Augustus respondió en el tercer tono. —Hazel Grace —dijo.
—Así que bienvenido a la dulce tortura de leer Una Aflicción… —Me
detuve cuando escuché un fuerte sollozo del otro lado de la línea—. ¿Estás
bien? —pregunté.
—Estoy magnífico —respondió Augustus—. Sin embargo, estoy con Isaac,
que parece que está descompensándose. —Más gemidos. Como el
lloriqueo de un animal herido. Gus dirigió su atención a Isaac—. Amigo.
Amigo. ¿Hazel del grupo de apoyo hace esto mejor o peor? Isaac.
Concéntrate. En. Mí —Después de un minuto, Gus me dice—. ¿Puedes
encontrarnos en mi casa en, digamos, veinte minutos?
—Claro —digo, y cuelgo.
~~♥~♥~♥~♥~
Si pudieras manejar en línea recta, solo tomaría como cinco minutos llegar
de mi casa a la de Augustus, pero no puedes manejar en línea recta
porque el Parque Holliday está al medio.
A pesar de que era una inconveniencia geográfica, realmente me
gustaba el Parque Holliday. Cuando era una niña, caminaba por el Río
Blanco con mi papá y siempre estaba ese increíble momento cuando me
tiraría hacia arriba en el aire, solo lanzarme lejos de él y yo estiraría mis
brazos mientras volaba y él estiraría los suyos, y luego ambos veríamos que
nuestros brazos no se iban a tocar y que nadie iba a atraparme, y nos
asustaría un poco de la mejor forma posible, y luego caería con las piernas
en el agua y después saldría por aire completamente sana y la corriente
me traería de vuelta a él mientras decía de nuevo, papi, de nuevo. 
Me estacioné en el camino de entrada justo al lado de un viejo Toyota
sedan negro y pensé que era el auto de Isaac. Cargando el tanque detrás
de mí, caminé hacia la puerta. Golpeé. El papá de Gus contestó.
—Solo Hazel —dijo—. Qué bueno verte.
—¿Augustus dijo que podía venir?
—Sí, él e Isaac están en el sótano —En ese momento hubo un grito desde
abajo—. Ese sería Isaac —dijo el papá de Gus, y sacudió suavemente su
cabeza—. Cindy tuvo que salir. El sonido… —dijo, descarriándose—. De
todas formas, supongo que te necesitan abajo. ¿Puedo cargar tú, uh,
tanque? —preguntó.
—Nah, estoy bien. Gracias de todas formas, Señor Waters.
—Mark —dijo.
Estaba algo asustada de ir abajo. Escuchar a la gente aullar en miseria no
está entre mis pasatiempos favoritos. Pero bajé.
—Hazel Grace —dijo Augustus al escuchar mis pasos—. Isaac, Hazel del
grupo de apoyo está bajando. Hazel, un recordatorio delicado: Isaac está
en el medio de un episodio sicótico.
Augustus e Isaac estaban sentados en el suelo en sillas de juego con forma
de una perezosa L, mirando fijamente la enorme televisión. La pantalla
estaba dividida entre el punto de vista de Isaac en la izquierda, y el de
Augustus en la derecha. Eran soldados luchando en una ciudad moderna
seriamente dañada. Reconocí el lugar de El Precio del Amanecer. Mientras
me acercaba, no vi nada inusual: sólo dos chicos sentados bajo el
resplandor de una enorme televisión fingiendo matar gente.
Sólo cuando me puse en paralelo a ellos vi el rostro de Isaac. Lágrimas
corrían por sus enrojecidas mejillas en un flujo continuo, su rostro una tensa
máscara de dolor. Él miro a la pantalla, sin siquiera mirarme, y aulló, todo el
momento machacando su control. —¿Cómo estas, Hazel? —preguntó
Augustus. 
—Estoy bien —dije—. ¿Isaac? —No respondió. Ni siquiera el más mínimo
indicio de que fuera consciente de mi existencia. Sólo las lágrimas
cayendo por su rostro hacia su remera negra.
Augustus apartó la vista de la pantalla muy brevemente. —Te ves bien —
dijo. Estaba vistiendo este vestido que justo pasaba las rodillas que había
tenido siempre—. Las chicas piensan que sólo tienen permitido usar
vestidos en ocasiones formales, pero me gusta una mujer que dice, tu
sabes, voy a ver a un chico que está teniendo una crisis nerviosa, un chico
cuya conexión con el sentido de la vista es débil, y cielos maldita sea, voy
a usar un vestido para él.
—Y aun así —dije—. Isaac ni siquiera me va a echar un vistazo. Muy
enamorado de Mónica, supongo —Lo que resultó en un catastrófico
sollozo.
—Es un tema un poco delicado —explicó Augustus—. Isaac, no sabe sobre
ti, pero tengo la vaga sensación de que estamos siendo desbordados. —Y
luego de vuelta a mí—. Isaac y Mónica ya no son una empresa en marcha,
pero él no quiere hablar al respecto. Sólo quiere llorar y jugar
Contrainsurgencia 2: El Precio del Alba.
—Bastante justo —dije.
—Isaac, siento una creciente preocupación sobre nuestra posición. Si estás
de acuerdo, dirígete a esa estación de energía, y te cubriré. —Isaac corrió
hacia un indescriptible edificio mientras Augustus disparo con una
ametralladora salvajemente en una serie de rápidas explosiones, corriendo
detrás de él.
—De cualquier forma —me dijo Augustus—, no hace daño hablar con él. Si
tienes algunas sabias palabras de advertencia femenina.
—Últimamente pienso que su respuesta es probablemente apropiada —
dije mientras una explosión de disparos de Isaac mató a un enemigo que
asomó su cabeza fuera de detrás de la corteza quemada de una
camioneta.
Augustus asintió a la pantalla. —El dolor demanda ser sentido —dijo, que
era una línea de Una Aflicción Imperial—. ¿Estás seguro de que no hay  nadie detrás de nosotros? —preguntó a Isaac. Momentos después, balas
trazadoras empezaron a zumbar sobre sus cabezas—. Oh, maldita sea,
Isaac —dijo Augustus—. No pretendo criticarte en tu momento de mayor
debilidad, pero nos permitiste ser flanqueados, y ahora no hay nada entre
los terroristas y la escuela. —El personaje de Isaac se echó a correr hacia el
fuego, zigzagueando en un callejón estrecho.
—Puedes ir sobre el puente y haz un círculo de regreso —dije, una táctica
que conocía gracias a El Precio del Alba.
Augustus suspiró. —Tristemente, el puente ya está bajo control insurgente
debido a la formulación de cuestionables estrategias de mi cohorte
privado.
—¿Yo? —dijo Isaac, su voz velada—. ¡¿Yo?! Eres tú quien sugirió que nos
refugiáramos en la maldita estación de energía.
Gus se alejó de la pantalla por un segundo y le mostró su sonrisa torcida a
Isaac. —Sabía que podías hablar, amigo —dijo—. Ahora vamos a salvar
algunos niños de escuela de ficción.
Juntos, corrieron hacia abajo por el callejón, disparando y escondiéndose
en los momentos adecuados, hasta que llegaron a esta escuela de un piso
y de una habitación. Se agacharon debajo de un muro a través de la calle
e interceptaron al enemigo uno a uno.
—¿Por qué quieren meterse en la escuela? —pregunté.
—Quieren a los niños como rehenes —respondió Augustus. Sus hombros
redondeados por encima de su control, golpeando botones, sus
antebrazos tensos, venas visibles. Isaac se inclinó hacia la pantalla, el
control bailando en sus manos de dedos delgados—. Consíguelo,
consíguelo, consíguelo —dijo Augustus.
Las ondas de terroristas continuaron, y acribillaron a cada uno, sus tiros
asombrosamente precisos, como debían ser, con el fin de disparar a la
escuela.
—¡Granada! ¡Granada! —gritó Augustus mientras algo se arqueó a través
de la pantalla, rebotando en la entrada de la escuela, y luego rodó contra
la puerta. 
Isaac dejo caer su control con decepción. —Si los bastardos no pueden
tomar rehenes, sólo los mataran y van a reclamar que lo hicimos nosotros.
—¡Cúbreme! —dijo Augustus mientras saltaba debajo del muro y corrió
hacia la escuela. Isaac buscó a tientas su control y luego empezó a
disparar mientras las balas llovían en Augustus, que estaba disparando una
vez y luego dos pero aún corría, Augustus gritando—: ¡NO PUEDES MATAR A
MAX MAYHEM!—, y con una agitación final de combinaciones de botones,
se giró hacia la granada, que detonó debajo de él. Su desmembrado
cuerpo explotó como un geiser y la pantalla se puso roja. Una gutural voz
dijo: —MISION FRACASADA —pero Augustus pareció pensar de otra
manera mientras sonrió a sus vestigios en la pantalla. Él alcanzó su bolsillo,
sacó un cigarrillo, y lo metió entre sus dientes—. Salvé a los niños —dijo.
—Temporalmente —apunté.
—Toda salvación es temporal —Augustus disparó de nuevo—. Les compré
un minuto. Tal vez ese sea el minuto que compre una hora, que es la hora
que compre un año. Nadie va a comprárselos por siempre, Hazel Grace,
pero mi vida les compró un minuto. Y eso es algo.
—Vaya, bien —dije—. Estamos hablando sólo de píxeles.
Se encogió de hombros, como si creyera que el juego tal vez fuera real.
Isaac estaba lamentándose una vez más. Augustus volvió la cabeza de
nuevo hacia él. —¿Alguien más va a la misión, soldado?
Isaac sacudió la cabeza diciendo no. Se inclinó sobre Augustus para
mirarme y a través de las cuerdas vocales fuertemente engarzadas dijo—:
Ella no querrá hacerlo después.
—Ella no querrá abandonar a un chico ciego —le dije. Él asintió, a las
lágrimas no les gustan las lágrimas tanto como un tranquilo metrónomo,
seguro, infinito.
—Dijo que no podía manejarlo —me dijo—, estoy por perder mi visión y ella
no podrá manejarlo.
Yo estaba pensando sobre la palabra manejar, y todas las cosas
incontenibles que se manejan. —Lo siento —dije. 
Él se limpió su empapado rostro con una manga. Detrás de sus lentes, los
ojos de Isaac parecían tan grandes que todo lo demás en su rostro de
algún modo desapareció y sólo había esos desencarnados ojos flotantes
puestos en mí, uno real, uno de vidrio. —Es inaceptable —me dijo—. Es
totalmente inaceptable.
—Bien, para ser justos —dije—, quiero decir, probablemente ella no pueda
manejarlo. Ni tú puedes, pero ella no tiene que manejarlo. Y tú sí.
—Me mantuve diciéndole a ella “siempre” hoy, “siempre, siempre,
siempre”, y ella sólo seguía discutiendo conmigo y no diciéndolo en
respuesta. Era como si ya me hubiese ido, ¿sabes? ¡“Siempre” era una
promesa! ¿Cómo puedes sólo romper una promesa?
—A veces la gente no entiende las promesas que están haciendo cuando
las están haciendo —dije.
Isaac me lanzó una mirada. —Bien, por supuesto. Pero mantienes la
promesa de todas formas. Eso es lo que es el amor. Amor es mantener una
promesa de todos modos. ¿No crees en el amor verdadero?
No respondí. No tenía una respuesta. Pero pensé que si el amor verdadero
existía, esta era una buena definición de este.
—Bien, yo creo en el amor verdadero —dijo Isaac—. Y la amo. Y ella hizo
una promesa. Me prometió que un siempre. —Se paró y dio un paso hacia
mí. Me levanté, pensando que él quería un abrazo o algo, pero luego sólo
giró alrededor, como si no pudiera recordar por que se paró en primer
lugar, y luego Augustus y yo vimos rabia instalada en su rostro.
—Isaac —dijo Gus.
—¿Qué?
—Te ves un poco… perdón por el doble sentido, mi amigo, pero hay algo
un poco inquietante en tus ojos.
De repente Isaac empezó a patear fuertemente su silla de juegos, la cual
hace un salto mortal para atrás hacia la cama de Gus. —Aquí vamos —
dijo Augustus. Isaac persiguió la silla y la pateó nuevamente. —Sí —dijo
Augustus—. Consíguelo. ¡Patea hasta el cansancio esa silla! —Isaac pateó  la silla de nuevo, hasta que esta rebotó contra la cama de Gus, y luego
agarró una de las almohadas y empezó a golpearla contra la pared entre
la cama y la estantería de trofeos que estaba por encima.
Augustus me miró, con el cigarrillo aún en su boca y una media sonrisa. —
No puedo parar de pensar en ese libro.
—Lo sé, ¿cierto?
—¿Nunca dijo que pasó a los otros personajes?
—No —le dije. Isaac estaba todavía estrangulando a la pared con la
almohada—. Se mudó a Ámsterdam, lo que me hace pensar que tal vez
está escribiendo una secuela de El Hombre del Tulipán Holandés, pero no
ha publicado nada. Nunca fue entrevistado. No parece estar online. Le he
escrito un puñado de cartas preguntado qué pasa con todos, pero nunca
respondió. Así que… sí. —Paré de hablar porque Augustus no parecía estar
escuchando. En cambio, estaba entornando los ojos hacia Isaac.
—Aguanta —musitó hacia mí. Caminó hacia Isaac y lo agarró por los
hombros—. Amigo, las almohadas no se rompen. Trata con algo que se
rompa.
Isaac alcanzó un trofeo de baloncesto de un estante encima de la cama y
luego lo sostuvo encima de su cabeza como si estuviera esperando por un
permiso. —Si —dijo Augustus—. ¡Sí! —El trofeo se estrelló contra el piso, el
brazo de plástico del jugador de baloncesto se separaba, aun sujetando
su balón. Isaac pisó fuerte el trofeo. —¡Sí! — dijo Augustus—. ¡Tómalo!
Y luego de vuelta a mí. —Estuve buscando un modo de decirle a mi padre
que últimamente estoy teniendo una especie de odio por el baloncesto, y
pienso que lo encontré. —Los trofeos cayeron uno después del otro, e
Isaac los pisó y gritó mientras Augustus y yo estábamos parados a unos pies
de distancia, dando testimonio de la locura. Los pobres, destrozados
cuerpos de plástico de los jugadores de baloncesto cubrían el suelo
alfombrado: aquí, una pelota en la palma de una mano sin cuerpo; aquí,
dos piernas sin torso atrapadas a medio salto. Isaac se mantuvo atacando
los trofeos, pisoteándolos con los pies, gritando, sin aliento, sudoroso, hasta
que finalmente colapsó encima de los irregulares desechos de trofeos.  Augustus caminó hacia él y lo miró.
—¿Te sientes mejor? —preguntó.
—No —masculló Isaac, su pecho agitado.
—Esa es la cosa sobre el dolor —dijo Augustus, y luego me miró—.
Demanda ser sentido.


———Capítulo 5———
No volví a hablar con Augustus de nuevo por una semana. Lo había
llamado en la Noche de los Trofeos Rotos, así que por tradición era
su turno de llamar. Pero no lo hizo. Ahora, no es como si hubiera
sostenido el celular en mi sudorosa mano todo el día, mirándolo
mientras usaba mi vestido especial amarillo, pacientemente esperando
porque mi caballero llamador cumpliera con su sobrenombre. Seguí con mi
vida: me vi con Kaitlyn y su, lindo pero francamente no Augustiniano, novio
para tomar café en la tarde; ingerí mi dosis diaria recomendada de
Phalanxifor; atendí a clases tres mañanas esa semana en el MCC; y cada
noche, me senté a cenar con mi mamá y mi papá.
El domingo en la noche, tuvimos pizza con pimientos verdes y brócoli.
Estábamos sentados alrededor en nuestra pequeña mesa circular en la
cocina cuando mi teléfono empezó a sonar, pero no me era permitido
revisar porque teníamos una estricta regla de no-celulares durante la cena.
Así que comí un poco mientras mi mamá y mi papá hablaban sobre este
terremoto que había pasado en Papua Nueva Guinea. Ellos se conocieron
en un Cuerpo de Paz en Papua Nueva Guinea, así que cualquier cosa que
pasara allí, aún algo terrible, era como si de repente no fueran grandes
criaturas sedentarias, sino personas jóvenes; idealistas; autosuficientes y
fuertes que una vez fueron, y su éxtasis era tal que ni siquiera me miraron
mientras comía más rápido de lo hubiera hecho, transmitiendo ítems de mi
plato a mi boca con una velocidad y ferocidad que me dejó sin aliento, lo
que por supuesto me hizo preocuparme que mis pulmones estuvieran de
nuevo en una creciente piscina de fluidos. Desaparecí el pensamiento lo
mejor que pude. Tenía un escaneo de PET
______________________[PET: La tomografía por emisión de positrones o PET (por las siglas en inglés de Positron
Emission Tomography), es una tecnología sanitaria propia de una especialidad médica
llamada medicina nuclear. La Tomografía por Emisión de Positrones es una técnica no
invasiva de diagnóstico e investigación ¨in vivo¨ por imagen capaz de medir la actividad
metabólica del cuerpo humano]____________________________

puesto para un par de
semanas. Si algo estaba mal, lo sabría lo suficientemente rápido. Nada se gana con preocuparse desde ahora hasta entonces. Y aun así me
preocupaba. Me gustaba ser una persona. Quería seguir con eso.
Preocuparse es otro efecto secundario de la muerte. Finalmente terminé y
dije:
—¿Puedo levantarme? —Y apenas pararon su conversación sobre las
fortalezas y debilidades de la infraestructura Guineana. Agarré el teléfono
de mi cartera en el mostrador de la cocina y comprobé las llamadas
recientes. Augustus Waters.
Salí hacia el crepúsculo. Podía ver el columpio, y pensé en caminar hacia
allí y columpiarme un rato mientras hablaba con él, pero parecía muy lejos
teniendo en cuenta que comer me cansó.
En vez de eso, me recosté en la hierba de las afueras del patio, miré hacia
arriba a Orion, la única constelación que reconocía, y lo llamé.
—Hazel Grace—dijo.
—Hola —dije—. ¿Cómo estás?
—Esplendido —dijo—. He estado queriendo llamarte casi constantemente,
pero he estado esperando hasta que pudiera formar una idea coherente
en consideración a Una Aflicción Imperial. Dijo “en consideración a”.
Realmente lo hizo. Ese chico.
—¿Y? —dije
—Creo que es, como. Leyéndolo, solo seguía sintiéndome como, como.
—¿Cómo? —pregunté, burlándome de él.
—¿Como si fuera un regalo? —dijo como pregunta—. Como si me hubieras
dado algo importante.
—Oh—dije en voz baja.
—Eso es cursi —dijo—, lo siento.
—No —dije—. No. No te disculpes.
—Pero no termina. 
—Si —dije.
—Tortura. Lo entiendo totalmente, como, entiendo que ella muere o algo
así.
—Cierto, asumo lo mismo —dije.
—Y está bien, parece justo, pero hay un contrato no escrito entre el autor y
el lector y creo que al no terminar como que violas el contacto.
—No lo sé —dije sintiéndome a la defensa de Peter Van Houten—. Eso es
parte de lo que me gusta del libro en algunas maneras. Retrata la muerte
de manera muy verdadera. Mueres en medio de tu vida, a la mitad de
una frase. Pero de verdad, Dios, de verdad necesito saber qué pasa con el
resto de las personas. Eso es lo que le pregunté en mis cartas. Pero él, sí,
nunca las respondió.
—Cierto. ¿Dijiste que es un recluso?
—Correcto.
—Imposible de rastrear.
—Correcto.
—Absolutamente inalcanzable —dijo.
—Desafortunadamente —dije.
—Querido Sr. Waters —respondió—. Estoy escribiendo para agradecerle por la correspondencia
electrónica, recibida vía Ms. Vliegenthart ese seis de abril, de los Estados Unidos de América, en la
medida en que la geografía puede decirse que existe en nuestra contemporaneidad triunfalmente
digitalizada.
—Augustus, ¿qué diablos?
—Él tiene un asistente —Augustus dijo—. Lidewij Vliegenthart. La encontré.
La envié un email. Ella me dio su email. Él le respondió vía su cuenta de
email.
—Bien, bien, sigue leyendo.
|| —Mi respuesta está siendo escrita con tinta en un papel en la gloriosa tradición de nuestros ancestros y
luego transcrita por Ms. Vliefenthart en una serie de 1s y 0s para viajar a través de la insípida web que
últimamente atrapó nuestra especie, así que pido perdón por cualquier error u omisión que tal vez resulte.
Teniendo en cuenta el bacanal de entretenimiento a disposición de hombres y mujeres jóvenes de su
generación, estoy agradecido que cualquiera en cualquier lugar saque las horas necesarias para leer mi
libro. Pero particularmente estoy agradecido con usted, señor, tanto por sus amables palabras sobre Una
Aflicción Imperial como por tomarse el tiempo para decirme que el libro, y aquí lo cito directamente:
“significa algo importante” para usted.
Este comentario, sin embargo, me lleva a preguntar: ¿qué quiere decir con significa? Dada la final
inutilidad de nuestra lucha, ¿es la sacudida fugaz de lo que significa que el arte nos da valor? ¿O es el
único valor en pasar el tiempo tan cómodamente posible? ¿Qué debe tratar de estimular una historia,
Augustus? ¿Una alarma sonando? ¿Una llamada a las armas? ¿Un goteo de morfina? Claro, como todas
las interrogaciones del universo, esta línea de inevitables investigaciones. Nos reduce a preguntarnos qué
significa ser humanos y si, tomando prestada una frase de la angustia gravada de los diez y seis años de
edad, sin dudas respondía con maldición, hay un punto después de todo.
Me temo que no lo hay, mi amigo, y podrías encontrar escasos estímulos en más encuentros con mi
escritura. Pero para responder tu pregunta: No, no he escrito nada más, ni lo haré. Y no siento que
continuar compartiendo mis pensamientos con los lectores pueda beneficiarme o a ellos. Gracias de nuevo
por tu generoso email.
Tu más sincero, Peter Van Houten, via Lidewij Vliegenthart.  ||

—Vaya —dije—. ¿Te estás inventado esto?
—Hazel Grace, podría, con mis pobres capacidades mentales, inventarme
una carta de Peter Van Houten poniendo frases como: "¿Nuestra
actualidad triunfantemente digitalizada?
—No podrías —le permití—. ¿Puedo, puedo tener la dirección de email?
—Por supuesto —dijo, como si no fuera el mejor regalo dado alguna vez.

~♥~♥~♥~♥~
Pasé las siguientes dos horas escribiéndole un email a Peter Vanm Houten.
Parecía ponerse peor cada vez que la reescribía, pero no podía parar.
 ||Querido Sr. Peter Van Houten
Dear Mr. Peter Van Houten (c/o Lidewij Vliegenthart)   
Mi nombre es Grace Lancaster. Mi amigo Augustus Waters, quien leyó Una Aflicción Imperial por mi
recomendación, acaba de recibir un email de usted de este email. Espero que no le importe que Augustus
compartiera el correo electrónico conmigo. Sr. Van Houten, entiendo por su email que no planea publicar
más libros. De una manera, estoy decepcionada, pero también estoy aliviada: nunca tendré que
preocuparme si su libro siguiente va a estar a la altura del original. Como alguien con tres años de
supervivencia al cáncer Nivel IV, puedo decirle que tiene todo bien en Una Aflicción Imperial. O al
menos me entendió bien. Su libro tiene una manera de decirme lo que siento antes de si quiera sentirlo, y
lo he releído una docena de veces.
Me pregunto, sin embargo, si le importaría responderme un par de preguntas de la novela sobre lo que
pasó luego del final de la misma. Entiendo que el libro termina porque Anna muere o se pone muy
enferma para continuar escribiéndola, pero quiero de verdad saber qué pasa con la madre de Anna, si se
casa con Dutch el hombre tulipán, si tiene otro hijo, y si se queda en el 917 W. Temple, etc.
¿También si Dutch el Hombre Tulipán es un fraude o de verdad las ama?
¿Qué pasa con los amigos de Anna, particularmente con Claire y Jake? ¿Siguen juntos? Y por último, me
he dado cuenta que este es el tipo de profundas y pensativos preguntas que siempre esperabas que tus
lectores siempre hicieran, ¿qué pasa con Sisyphus el Hámster?
Estas preguntas me han perseguido por años, y no sé cuánto tiempo pasara para tener las respuestas.
Sé que estas no son preguntas literales y que su libro está lleno de importantes preguntas literales, pero de
verdad me gustaría saber.
Y por supuesto, si alguna vez decide volver a escribir, aún si no quiere publicarlo, me encantaría leerlo.
Francamente, he leído tu lista de comestibles.
Tuya con gran admiración
Hazel Grace Lancaster, 16 años ||

~♥~♥~♥~♥~
Luego de que la envié, volví a llamar a Augustus de nuevo, y estuvimos
levantados hasta tarde hablando sobre Una Aflicción Imperial. Y le leí un
poema de Emily Dickinson que Van Houten había usado para el título, y
dijo que tenía una buena voz para leer y no paraba mucho tiempo para
los descansos entre líneas, y luego me dijo que el sexto libro de El Precio del
Atardecer, La prueba de Sangre, empieza con una frase de un poema. Le
tomó un minuto encontrar el libro, pero finalmente leyó la frase para mí. 
“Digamos que tu vida fracasó. El último buen beso/ que tuviste fue hace
años.”
—Nada mal —dije—. Un poco pretenciosa. Creo que es a lo que Max
Mayhem podría referirse como "mierda afeminada".
—Sí, con sus dientes apretados, sin duda. Dios, Mayhem aprieta sus dientes
mucho en esos libros. Él definitivamente va a tener Un TMJ13, si es que
sobrevive a todo este combate. —Y luego después de un segundo, Gus
preguntó—. ¿Cuándo fue el último buen beso que has tenido?
Pensé en ello. Mis besos, todos pre diagnóstico, habían sido incómodos y
babosos, y en algún nivel siempre se sintió como niños jugando a ser
grandes. Pero por supuesto había sido hace un tiempo.
—Hace años —dije finalmente—. ¿Tú?
—Tuve buenos besos con mi ex-novia, Caroline Mathers.
—¿Hace años?
—El último fue hace menos de un año.
—¿Qué pasó?
—¿Durante el beso?
—No, contigo y Caroline.
—Oh —dijo. Y luego de un segundo—: Caroline ya no sufre el ser una
persona.
—Oh —dije.
—Sí —dijo.
—Lo siento —dije. He conocido mucha gente que ha muerto, por supuesto.
Pero nunca había salido con uno. De verdad, no me lo podía ni imaginar.

——[3 TMJ: El síndrome de la articulación temporomandibular (TMJ, por sus siglas en inglés) es
un trastorno que involucra las dos articulaciones (una de cada lado) que sujetan la
mandíbula inferior al cráneo]——

—No es tu culpa, Hazel Grace. Todos sólo somos efectos secundarios,
¿verdad?
—Percebes en barcos de contenedores de la conciencia —dije citando a
UAI.
—Bien —dijo—. Tengo que ir a dormir. Son casi la una.
—Bien —dije.
—Bien —dijo.
Reí y dije: —Bien —y luego la línea se quedó en silencio pero no muerta.
Casi sentía que él estaba allí en mi habitación conmigo, pero de alguna
manera era mejor, como si no estuviera en mi habitación, sino que
estábamos juntos en algún tercer espacio invisible y tenue que sólo podía
ser visitado por el teléfono.
—Bien —dijo después de una eternidad—. Quizás Bien será nuestro siempre.
—Bien —dije.
Fue Augustus quien colgó al final
~♥~♥~♥~♥~
Peter Van Houten respondió el correo electrónico de Augustus cuatro
horas después de que lo enviara, pero dos días después, Van Houten
seguía sin responderme a mí. Augustus me aseguró que era porque mi
correo electrónico había sido mejor y requería una respuesta más
considerada, que Van Houten estaba muy ocupado respondiendo mis
preguntas, y esa brillante prosa tomaba tiempo. Pero seguía preocupada.
El jueves durante Poesía Americana para Tontos 101, recibí un mensaje de
Augustus:
Isaac salió de cirugía. Fue bien. Esta oficialmente SEC
SEC significaba “sin evidencia de cáncer”. Segundos después me llegó
otro mensaje.
Quiero decir, está ciego. Así que eso es desafortunado 
Esa tarde, mamá consintió que me prestaran el automóvil y así pudiera
conducir hasta el Memorial para ver a Isaac.
Me dirigí hasta su habitación en el quinto piso, tocando aun cuando la
puerta estaba abierta, y la voz de una mujer dijo—: Entre.
Era una enfermera que estaba haciendo algo con los vendajes en los ojos
de Isaac.
—Hola Isaac —dije.
Y él dijo—: ¿Mon?
—Oh no. Lo siento. No, soy, um, Hazel. Um, ¿la Hazel del grupo de apoyo?
¡La Hazel de la noche-de-los-trofeos-rotos?
—Oh —dijo él—. Sí, la gente seguía diciendo que mis otros sentidos
mejoraría para compensar, pero CLARAMENTE NO TODAVÍA. Hola, Hazel
del grupo de apoyo. Ven aquí para que pueda examinar tu cara con mis
manos y ver más profundo en tu alma de lo que una persona vidente
podría hacer.
—Está bromeando —dijo la enfermera.
—Sí —dije—. Me di cuenta.
Me acerqué unos pasos a la cama. Arrastré la silla y me senté, tomé su
mano.
—Hola —dije.
—Hola —me respondió. Luego nada por un rato.
—¿Cómo te sientes? —le pregunté.
—Bien —dijo—. No lo sé.
—¿Qué es lo que no sabes? —le pregunté. Miré su mano porque no quería
mirar su rostro con las vendas para ciegos. Isaac mordía sus uñas, y pude
ver un poco de sangre en las esquinas de unas cuantas de sus cutículas. 
—Ella ni siquiera me ha visitado —dijo—. Quiero decir, estuvimos juntos por
catorce meses. Catorce meses es mucho tiempo. Dios, eso duele.
Isaac dejó ir mi mano para buscar a tientas sus somníferos, los cuales tú
saltaste para darle tú misma una ola de narcóticos.
La enfermera, terminando el cambio de vendaje, dio un paso hacia atrás.
—Sólo ha pasado un día, Isaac —dijo ella, un poco condescendiente—.
Tienes que darle un poco de tiempo para sanar. Y catorce meses no es
tanto tiempo, no en el esquema de cosas. Estás recién empezando,
querido. Ya verás.
La enfermera se fue.
—¿Se ha ido?
Asentí y luego me di cuenta que él no me podía ver asentir.
—Sí —le dije.
—¿Ya veré? ¿De verdad? ¿De verdad dijo eso?
—Cualidades de una buena enfermera: Vamos —dije.
—1. No sacar a relucir tu discapacidad —dijo Isaac.
—2. Sacar sangre en el primer intento —dije.
—Realmente, eso es enorme. Quiero decir ¿es este mi estúpido brazo o un
tablero de dardos? 3. No hablar con ese tono condescendiente.
—¿Cómo estás, cariño? —pregunté, empalagosamente—. Te voy a
pinchar con una aguja pequeñísima ahora. Va a doler muy poquito.
—¿Esta mi pequeño peludito animadito muy enfermito? —respondió.
Y después de un segundo dijo,
—La mayoría de ellas son buenas, en realidad. Sólo quiero irme de este
infierno de lugar.
—¿Este lugar como el hospital? 
—Eso, también —dijo. Su boca tembló. Podía ver su dolor—. Honestamente,
pienso malditamente más en Mónica que en mi ojo. ¿No es estúpido? Es
estúpido.
—Un poco —coincidí.
—Pero yo creo en el amor verdadero, ¿sabes? No creo que todos deben
tener vista o no enfermarse de lo que sea, pero todo el mundo debería
tener su amor verdadero, y por lo menos debería durar tanto como su vida.
—Si —digo.
—A veces sólo deseo que toda esta cosa no hubiera pasado. Toda la cosa
del cáncer. —Estaba susurrando su discurso. La medicina estaba
funcionando.
—Lo siento —le dije.
—Gus estuvo aquí antes. Él estaba aquí cuando me desperté. Salió de la
escuela. Él… —su cabeza se giró un poco al lado.
—Está mejor —dijo muy bajo.
—¿El dolor? —pregunté. Él asintió un poco.
—Bien —dije. Y después, como la perra que soy—: ¿Estabas diciendo algo
sobre Gus? —pero él se había ido.
Bajé las escaleras hasta la tienda de regalos sin ventanas y le pregunté a la
decrépita voluntaria sentada detrás de la caja registradora qué clase de
flores olían más fuerte.
—Todas huelen igual. Las rocían con SuperScent —dijo.
—¿En serio?
—Sí, sólo les arrojan un chorro de eso.
Abrí el congelador a su derecha y olí una decena de rosas, y luego me giré
hacia los claveles. El mismo olor, y mucho. Los claveles eran más baratos,
así que agarré una docena de claveles amarillos. Costaban catorce 
dólares. Volví a su habitación; su mamá estaba ahí, sosteniendo su mano.
Era joven y muy bonita.
—¿Eres una amiga? —preguntó, lo que me pareció como una de esas
preguntas amplias e incontestables.
—Um, sí —dije—. Soy del grupo de apoyo. Éstas son para él.
Las tomó y las dejo en su regazo. —¿Conocías a Monica? —preguntó.
Sacudí mi cabeza.
—Bueno, él está dormido —dijo.
—Sí, hablé con él un poco antes, cuando ellos estaban poniéndole los
vendajes o lo que sea.
—Odio dejarlo y no estar aquí, pero tenía que ir a buscar a Graham a la
escuela —dijo.
—Él lo hizo bien —le dije. Ella asintió—. Debería dejarlo dormir —ella asintió
nuevamente. Me fui.
~♥~♥~♥~♥~


La mañana siguiente me desperté temprano y lo primero que hice fue
revisar mi correo.
lidewij.vliegenthart@gmail.com finalmente había respondido.
||Querida señorita Lancaster:
Me temo que su fe ha estado fuera de lugar, pero entonces, la fe generalmente lo está. No puedo responder
a sus preguntas, al menos no escribiendo, porque para responder todo estas preguntar tendría que
constituir una séquela de Una Aflicción Imperial, la cual deberías publicar o bien compartirla en la red
que ha remplazado los cerebros de su generación. Está el teléfono, pero entonces quizás grabaría la
conversación. No es que no confíe en usted, por supuesto, pero no confío en usted. Desgraciadamente, mi
querida Hazel, no podría contestar esas preguntas a no ser que sea en persona, y usted está allá, mientras
que yo estoy aquí.
Eso me recuerda, que debo confesar que el inesperado recibo de su correspondencia a través de la Srta.
Vligenhart me ha deleitado: Qué maravillosa cosa el saber que hice algo útil por usted, incluso si ese libro 
lucía tan distante de mí que sentía que todo había sido escrito por otro hombre. ¡El autor de la novela era
tan delgado, tan delicado, tan comparativamente optimista!
Sin embargo, si usted llegara a encontrarse en Ámsterdam, le pido que me haga una visita en su tiempo
libre. Generalmente estoy en casa. Incluso le permitiré que eche una mirada a mis listas de compras.
Sinceramente,
Peter Van Houten
C/o Lidewij Vliegenthart ||

—¡¿QUÉ?! —grité—. ¿QUÉ ES ESTA VIDA?
Mamá entro rápidamente. —¿Qué sucede?
—Nada —le aseguré.
Todavía nerviosa, Mamá se arrodilló para revisar a Philip y asegurarse de
que estaba condensando correctamente el oxígeno. Me imaginé sentada
en la terraza de un café con Peter Van Houten mientras él se inclinaba
sobre la mesa, apoyado en sus codos, hablando en voz baja para que así
nadie pudiera escuchar lo que de verdad pasó con sus personajes en los
que pase años pensando. Él dijo que no podría decirme excepto si era en
persona, y luego me invitó a Ámsterdam. Le expliqué esto a Mamá, y
después dije—: Tengo que ir.
—Hazel, te amo, y sabes qué haría cualquier cosa por ti, pero no tenemos,
no tenemos el dinero suficiente para viajar al extranjero, y el costo de
conseguir el equipamiento allá, el amor, simplemente no es...
—Sí —dije, cortándola. Me di cuenta que había sido tonto tan sólo
considerarlo—. No te preocupes. Pero ella se veía preocupada.
—Es realmente importante para ti, ¿no? —preguntó sentándose y
poniendo su mano en mi pantorrilla.
—Sería increíble —dije—, ser la única persona que conoce lo que pasó
además de él.
—Sería increíble —dijo—. Hablaré con tu padre. 
—No, no lo hagas —le dije—. Sólo, de verdad, no gasten dinero en mí por
favor. Pensaré en algo.
Se me ocurrió que la razón por la que mis padres no tenían dinero era por
mí. Drené los ahorros de la familia con los pagos del Phalanxifor, y Mamá
no podía trabajar porque ella había tomado el turno de tiempo completo
de estar encima de mí. No quería ponerlos en otra deuda. Le dije a mamá
que quería llamar a Augustus para sacarla de la habitación, porque no
podía manejar su cara de no-puedo-hacer-el-sueño-de-mi-hija-realidad.
Al estilo de Augustus Waters, le leí la carta en vez de saludarlo.
—Vaya —dijo.
—Lo sé, ¿verdad? —dije—. ¿Cómo voy a llegar a Ámsterdam?
—¿Tienes un Deseo? —preguntó, refiriéndose a esa organización, la
fundación del genio, la que estaba en el negocio de cumplirle a los niños
enfermos un deseo.
—No —dije—. Ya usé mi Deseo pre-Milagro.
—¿Qué hiciste?
Suspiré ruidosamente. —Tenía trece —dije.
—No Disney —dijo él.
No dije nada.
—Tú no fuiste a Disney World.
No dije nada.
—¡HAZEL GRACE! —Gritó— Dime que no usaste tu único deseo para ir a
Disney World con tus padres.
—También al Epcot Center14.
—Oh Dios —dijo Augustus—. No puedo creer que me guste una chica con
deseos tan clichés.
 14Epcot Center: Es un centro temático, en Disney World.  —Tenía trece —dije de nuevo, aunque por supuesto en lo único que
estaba pensando era en me guste me guste me guste me guste. Me sentía
halagada pero cambié el tema de inmediato—. ¿No deberías estar en la
escuela o algo?
—Me salté las clases para estar con Isaac, pero está durmiendo, así que
estoy en el patio estudiando geometría.
—¿Cómo está?
—No podría decir si él simplemente no está listo para enfrentar la seriedad
de su discapacidad o si de verdad le importa más haber sido dejado por
Mónica, pero no habla de nada más.
—Sí —dije—. ¿Cuánto más va a estar en el hospital?
—Unos cuantos días. Luego tiene que ir a rehabilitación o algo así por un
tiempo, pero tiene que dormir en casa, creo.
—Apesta —dije.
—Veo a su mamá. Me tengo que ir.
—Bien —dije.
—Bien —respondió. Podía escuchar su sonrisa torcida.
~♥~♥~♥~♥~
El sábado, mis padres fueron al mercado de los agricultores en Broad
Ripple. Estaba soleado, una rareza para ser abril en Indiana, y todos en el
mercado estaban usando mangas cortas incluso cuando la temperatura
no lo justificaba realmente. Nosotros los Hoosiers15 somos excesivamente
optimistas sobre el verano. Mamá y yo nos sentamos al lado de la otra
sobre un banco de un cocinero de sopa de cabra, un hombre con una
jardinera16 que tuvo que explicarle a cada una de las personas que
 15 Hoosier: Es como se les dice a las personas de Indiana.
16 Jardinera: También lo llaman overol, es un pantalón con parte de arriba incluido y se
parece un poco a un delantal.  pasaba que sí, eran sus cabras, y que no, la sopa de cabras no olía como
las cabras.
Mi teléfono suena.
—¿Quién es? —preguntó mamá antes de que pudiera comprobar.
—No sé —dije. Era Gus, sin embargo.
—¿Estás en tu casa? —preguntó.
—Um, no—dije.
—Esa fue una pregunta capciosa. Sabía la respuesta. Porque en este
momento estoy en tu casa.
—Oh. Um. Bueno, estamos en camino, ¿supongo?
—Sensacional. Nos vemos pronto.
~♥~♥~♥~♥~
Augustus Waters estaba sentado en el escalón delantero cuando nos
detuvimos en la entrada. Sostenía un ramo de tulipanes color naranja
brillante empezando a florecer, y llevaba un jersey Indiana Pacers de lana,
una elección de guardarropas que parecía totalmente fuera de lugar,
aunque se veía muy bien en él.
Se empujó a si mismo frente a la escalinata, me entregó los tulipanes, y
preguntó:
—¿Quieres ir a un picnic? —Asentí, tomando las flores.
Mi padre se acercó por detrás y estrechó la mano de Gus.
—¿Es un jersey Rik Smits? —mi padre preguntó.
—De hecho, lo es.
—Dios, me encanta ese tipo —dijo papá, e inmediatamente estaban
enfrascados en una conversación de baloncesto a la que no pude, y no
quería, unirme, así que llevé mis tulipanes al interior. 
—¿Quieres que los ponga en un florero? —preguntó mamá mientras
entraba, una enorme sonrisa en su rostro.
—No, está bien —le dije. Si las poníamos en un florero en la sala de estar,
hubieran sido de todo el mundo. Quería que fueran mis flores.
Fui a mi habitación, pero no me cambié. Me cepillé el pelo y los dientes y
me puse un poco de brillo de labios y el más pequeño posible aplique de
perfume. Me quedé mirando las flores. Eran agresivamente naranja,
demasiado naranja para ser bonitas. No tengo un florero o algo así,
entonces saqué mi cepillo de dientes fuera de su portador y llené el
portador hasta la mitad con agua y dejé las flores en el baño.
Cuando volví a entrar en mi habitación, pude oír a la gente hablar, así que
me senté en el borde de mi cama un rato y escuché a través de la puerta
del dormitorio:
Papá: —Así que conociste a Hazel en el grupo de apoyo.
Augustus: —Sí, señor. Es una hermosa casa la que tienen. Me gusta su obra
de arte.
Mamá: —Gracias, Augustus.
Papá: —¿Eres un superviviente tú mismo, entonces?
Augustus: —Lo soy. No corté a este tipo por puro placer de hacerlo, a
pesar de que es una excelente estrategia para perder peso. ¡Las piernas
son pesadas!
Papá: —¿Y cómo está tu salud ahora?
Augustus: —NEC durante catorce meses.
Mamá: —Eso es maravilloso. Las opciones de tratamiento estos días, son
realmente notables.
Augustus: —Lo sé. Tengo suerte.
Papá: —Debes entender que Hazel todavía está enferma, Augustus, y lo
estará para el resto de su vida. Ella querrá mantenerse al día contigo, pero
sus pulmones… 
En ese momento salí, haciéndolo callar.
—Entonces, ¿dónde van a ir? —preguntó mamá.
Augustus se puso de pie y se inclinó hacia ella, susurrando la respuesta, y
luego se llevó un dedo a los labios.
—Shh —le dijo—. Es un secreto.
Mamá sonrió.
—¿Tienes tu teléfono? —me preguntó. Lo levanté como evidencia, incliné
mi carrito de oxígeno en las ruedas delanteras, y empecé a caminar.
Augustus me codeó otra vez, ofreciéndome su brazo, que tomé. Mis dedos
envueltos alrededor de su bíceps.
Por desgracia insistió en conducir, por lo que la sorpresa podía ser una
sorpresa. A medida que nos sacudíamos hacia nuestro destino, dije:
—Prácticamente hiciste que a mi madre le gustaras demasiado.
—Sí, y tu papá es una fan de Smits, lo que ayuda. ¿Crees que les gusté?
—Claro que sí. ¿A quién le importa, sin embargo? Son sólo padres.
—Son tus padres —dijo, echándome un vistazo—. Además, me gusta
gustar. ¿Es eso una locura?
—Bueno, no tienes que apresurarte en mantener puertas abiertas o
asfixiarme con elogios para que me gustes. —Golpeó los frenos, y volamos
hacia delante lo suficiente fuerte que mi respiración se sintió rara y
apretada. Pensé en la PET. No hay que preocuparse. Preocuparse es inútil.
Me preocupé de todas maneras. Quemamos el caucho, rugiendo lejos de
una señal de detenerse antes de girar a la izquierda en la mal nombrada
Grandview, hay un punto de vista de un campo de golf, supongo, pero
nada genial. Lo único que podía pensar en esta dirección era el
cementerio. Augustus metió la mano en la consola central, abrió un
paquete de cigarrillos y quito uno.
—¿Alguna vez los tiraras a la basura? —le pregunté. 
—Uno de los muchos beneficios de no fumar es que los paquetes de
cigarrillos duran para siempre —respondió—. He tenido este durante casi
un año. Algunos de ellos están rotos cerca de los filtros, pero creo que este
paquete podría fácilmente servirme hasta mi decimoctavo cumpleaños.
Sostuvo el filtro entre sus dedos, y luego lo puso en su boca. —Así que, está
bien —dijo él—. Está bien, menciona algunas cosas que nunca se ven en
Indianápolis.
—Um, adultos delgados —le dije.
Se echó a reír. —Bien, continúa.
—Mmm, playas. Familias propietarias de restaurantes. Topografía.
—Todos excelentes ejemplos de lo que nos falta. También, cultura.
—Sí, estamos un poco cortos de cultura —le dije, finalmente dándome
cuenta de dónde me llevaba—. ¿Vamos al museo?
—Es una forma de decirlo.
—Oh, ¿vamos a ese parque o lo que sea?
Gus parecía un poco desacreditado.
—Sí, vamos a ese parque o lo que sea. Lo descubriste, ¿no es así?
—Um, ¿descubrir qué?
—Nada.
~♥~♥~♥~♥~

Había un parque detrás del museo, donde un puñado de artistas había
hecho grandes esculturas. Había oído hablar de él, pero nunca lo había
visitado. Pasamos el museo y se estacionó justo al lado de una cancha de
baloncesto llena de grandes arcos azules y rojos de acero que imaginaba
el camino de una pelota que rebota. Caminamos por lo que pasa por una
colina en Indianápolis a un claro donde los niños subían en todas las partes
de una escultura de esqueleto de gran tamaño. Los huesos estaban cada  uno rodeando la cintura, y el hueso del muslo era más alto que yo. Parecía
un dibujo infantil de un esqueleto que salía de la tierra.
Mi hombro duele. Me preocupaba que el cáncer se haya extendido de
mis pulmones. Me imaginaba la metástasis del tumor en mis propios huesos,
perforando mi esqueleto, una anguila que se deslizaba con intención
insidiosa.
—Los huesos Funky —dijo Augustus—. Creado por Joep Van Lieshout.
—Suena holandés.
—Lo es —dijo—. Así como Rik Smits. Así como los tulipanes.
Gus se detuvo en medio del claro con los huesos justo en frente de nosotros
y deslizó su mochila fuera de un hombro, luego del otro. La abrió,
revelando una manta de color naranja, un zumo de naranja y algunos
sándwiches envueltos en papel de plástico con la corteza cortada.
—¿Qué te sucede con todo lo naranja? —pregunté, todavía no queriendo
dejarme imaginar que todo esto daría lugar a Ámsterdam.
—El color nacional de los Países Bajos, por supuesto. ¿Te acuerdas de
William de Orange y todo eso?
—Él no estaba en el examen de GED —Sonreí, tratando de contener mi
entusiasmo.
—¿Sándwich? —preguntó.
—Déjame adivinar —dije.
—Queso holandés. Y tomate. Los tomates son de México. Lo siento.
—Siempre eres tal decepción, Augustus. ¿No podrías haber traído por lo
menos tomates de color naranja? —Se echó a reír, y luego nos comimos los
sándwiches en silencio, viendo a los niños jugar en la escultura. No podía
preguntarle muy bien sobre ello, así que me quede allí rodeada de
holandeses, sintiéndome torpe y llena de esperanza. A lo lejos, empapada
en la luz del sol impecablemente rara y preciosa en nuestra ciudad, un
grupo de niños hicieron un esqueleto en la zona de juegos, saltando hacia
delante y hacia atrás en los huesos de prótesis.  —Hay dos cosas que me encantan de esta escultura —dijo Augustus.
Sostenía el cigarrillo apagado entre sus dedos, sacudiéndolo para
deshacerse de la ceniza. Lo colocó de nuevo en su boca—. En primer
lugar, los huesos son lo suficientemente lejanos como para que, si eres un
niño, no puedas resistir la tentación de saltar entre ellos. Como, solamente
tienes que saltar de la caja torácica hasta el cráneo. Lo que quiere decir
que, en segundo lugar, la escultura básicamente obliga a que los niños
jueguen en los huesos. Las resonancias simbólicas son infinitas, Hazel.
—Tú sí que amas los símbolos —le dije, con la esperanza de dirigir la
conversación hacia los muchos símbolos de los Países Bajos en nuestro
picnic.
—Correcto, sobre eso. Probablemente te estés preguntando por qué estás
comiendo un sándwich de queso y bebiendo jugo de naranja y por qué
estoy con la camiseta de un holandés que juega un deporte que he
llegado a aborrecer.
—Se me ha cruzado por la mente —dije—. Hazel Grace, como tantos niños
antes que ti —digo esto con gran afecto— gastaste tu Deseo a toda prisa,
sin apenas preocuparte por las consecuencias. El Grim Reaper te estaba
mirando a la cara y el miedo a morir con tu Deseo todavía en tu bolsillo
proverbial, inoportuno, te llevó a correr al primer Deseo que podrías pensar,
y tú, como tantos otros, escogiste por el frio y artificial placer del parque
temático.
—En realidad, la pasamos muy bien en ese viaje. Me encontré con Goofy y
Minn…
—¡Estoy en el medio de un soliloquio! Escribí esto y lo memoricé y si me
interrumpes completamente meteré la pata —interrumpió Augustus—. Por
favor, come tu sándwich y escucha. —El sándwich era incomiblemente
seco, pero sonreí y le di un mordisco de todos modos—. Bueno, ¿dónde
estaba?
—Los placeres artificiales.
Devolvió el cigarrillo a su paquete. 
—Cierto, el frío y los placeres artificiales del parque temático. Pero
permíteme sostener que los verdaderos héroes de la Fábrica de Deseos son
los hombres y mujeres que esperan como Vladimir y Estragón esperaron por
Godot y las buenas chicas cristianas que esperan el matrimonio. Estos
jóvenes héroes esperan estoicamente y sin quejas porque su único Deseo
llegara. Claro, nunca podrán venir, pero al menos pueden descansar
fácilmente en la tumba sabiendo que ellos han hecho su pequeña parte
para conservar la integridad del Deseo como una idea.
—Pero, de nuevo, tal vez esto llegará: a lo mejor te das cuenta de que tu
verdadero Deseo es visitar al brillante Peter Van Houten en su exilio en
Ámsterdam, y te alegraras mucho de haber salvado tu Deseo.
Augustus dejó de hablar lo suficiente como para que yo pensara que su
soliloquio había terminado.
—Pero yo no salvé mi Deseo —le dije.
—Ah —dijo. Y luego, después de lo que sentí como una pausa practicada,
añadió—: Pero yo salve el mío.
—¿En serio? —Me sorprendió que Augustus fuera Deseo-elegible, ya que
todavía estaba en la escuela y en un año de remisión. Tenías que estar
bastante enfermo por los Genios para enganchar un Deseo.
—Lo conseguí a cambio de la pierna —explicó.
Había toda esta luz sobre su rostro; por lo que tuvo que entrecerrar los ojos
para mirarme, lo que hizo que su nariz se frunciera de manera adorable.
—Ahora, no voy a darte mi Deseo, ni nada. Pero también tengo un interés
en encontrar a Peter Van Houten, y no tendría sentido encontrarlo sin la
chica que me presentó su libro.
—Definitivamente no —dije.
—Así que hablé con los Genios, y estuvieron en total acuerdo. Dijeron que
Ámsterdam es precioso a principios de mayo. Ellos propusieron marcharnos
el tres de Mayo y volver el siete de mayo.
—Augustus, ¿de verdad? 
Se acercó y tocó mi mejilla y por un momento pensé que podría darme un
beso. Mi cuerpo se tensó, y creo que él lo notó, porque apartó la mano.
—Augustus —le dije—. En serio. No tienes que hacer esto.
—Claro que debo —dijo—. He encontrado mi Deseo.
—Dios, eres el mejor —le dije.
—Apuesto a que le dices eso a todos los chicos que financian tu viaje
internacional —contestó.


è Capítulo 6


Mamá estaba doblando mi ropa limpia mientras miraba este
programa de televisión llamado The View cuando llegué a casa. Le
dije que los tulipanes, el artista holandés y todo eso, eran debido a
que Augustus estaba usando su Deseo para llevarme a Ámsterdam.
—Eso es demasiado —dijo, sacudiendo la cabeza—. No podemos aceptar
eso de un completo extraño.
—No es un extraño. Fácilmente es mi segundo mejor amigo.
—¿Después de Kaitlyn?
—Después de ti —dije. Lo que era cierto, pero mayormente lo dije porque
quería ir a Ámsterdam.
—Le preguntaré a la Dra. María —dijo después de un momento.
~♥~♥~♥~♥~

La Dra. María dijo que no podía ir a Ámsterdam sin un adulto íntimamente
familiarizado con mi caso, lo que más o menos significaba ir con mamá o
la Dra. María. Mi papá entendía mi cáncer de la manera en que yo lo
hacía: en la vaga e incompleta manera en que las personas entienden los
circuitos electrónicos y las mareas del océano. Pero mi mamá sabía más
sobre el carcinoma diferenciado de tiroides en adolescentes que la
mayoría de los oncólogos.
—Entonces vendrás —dije—. Los Genios pagarán por ello. Los Genios están
cargados.
—Pero tu padre —dijo—. Nos extrañaría. No sería justo para él, y no puede
pedir tiempo libre en su trabajo.
—¿Estás bromeando? ¿No crees que papá disfrutaría unos días de ver
programas de televisión que no son sobre aspirantes a modelos y ordenar
pizza cada noche, usando toallas de papel como platos así no tiene que
lavarlos?
Mamá rió. Finalmente, empezó a emocionarse, tecleando tareas en su
teléfono: Tendría que llamar a los padres de Gus y hablar con los Genios
sobre mis necesidades médicas y hacer que ellos consiguieran un hotel
con todo y cuáles eran las mejores guías y si deberíamos hacer nuestra
investigación si sólo teníamos tres días, y así sucesivamente. Casi tuve dolor
de cabeza, así que tomé un par de Advil y decidí tomar una siesta.
Pero terminé sólo acostada en la cama recordando todo el picnic con
Augustus. No podía dejar de pensar en el pequeño momento en el que me
tensé cuando me tocó. De alguna manera, la suave familiaridad se sintió
mal. Pensé que quizás era por el cómo estuvo orquestado todo el asunto:
Augustus fue sorprendente, pero había exagerado todo en el picnic, hasta
los sándwiches que eran metafóricamente resonantes pero sabían terrible
y el soliloquio memorizado que impidió la conversación. Todo se sintió
romántico, pero no romántico.
Pero la verdad es que nunca había querido que me besara, no de la
manera en que se supone que quieres esas cosas. Quiero decir, es
hermoso. Me sentía atraía por él. Pensé en él de esa manera, tomando
una frase de la lengua vernácula de la escuela media. Pero el toque real,
el toque que sucedió… fue todo mal.
Entonces me encontré preocupándome de si tendría que besarme con él
para llegar a Ámsterdam, que no es la clase de cosa en la que quieres
estar pensando, porque: a) No debería siquiera haber sido una pregunta el
si quería besarlo, y b) Besar a alguien para que así puedas conseguir un
viaje gratis está peligrosamente cerca a aceptar un enrolle completo, y
tengo que confesar que, aunque no me considero una persona
particularmente buena, nunca pensé que mi primera acción sexual real
sería de prostitución.
Pero entonces de nuevo, no había intentado besarme; sólo tocó mi cara,
lo que ni siquiera es sexual. No fue un movimiento diseñado para provocar
excitación, pero ciertamente fue un movimiento diseñado, porque 
Augustus Waters no improvisaba. Así que, ¿qué había estado intentando
transmitir? ¿Y por qué no había querido aceptarlo?
En algún punto, me di cuenta que estaba analizando el encuentro como
Kaitlyn, así que decidí enviarle un mensaje de texto y pedirle algún consejo.
Llamó inmediatamente.
—Tengo un problema con un chico —dije.
—DELICIOSO —respondió Kaitlyn. Le dije todo sobre ello, completo, con el
toque de cara incómodo, dejando fuera sólo lo de Ámsterdam y el
nombre de Augustus—. ¿Estás segura de que es atractivo? —preguntó
cuando terminé.
—Bastante segura —dije.
—¿Atlético?
—Sí, solía jugar baloncesto para North Central.
—Vaya. ¿Cómo lo conociste?
—En el horrible grupo de apoyo.
—Huh ―dijo Kaitlyn—. Por curiosidad, ¿cuántas piernas tiene este chico?
—Como, 1.4 —dije, sonriendo. Los jugadores de baloncesto eran famosos
en Indiana, y aunque Kaitlyn no iba a North Central, sus conexiones
sociales eran interminables.
—Augustus Waters —dijo.
—Um, ¿quizás?
—Oh, Dios mío. Lo he visto en fiestas. Las cosas que le haría a ese chico.
Quiero decir, no ahora que sé que estás interesada en él. Pero, oh, dulce y
santo Señor, montaría a ese pony de una sola pierna todo el camino
alrededor del corral.
—Kaitlyn —dije.
—Lo siento. ¿Crees que tendrías que estar arriba? 
—Kaitlyn ―dije.
—De qué estábamos hablando. Bien, tú y Augustus Waters. Quizás… ¿eres
lesbiana?
—¿No lo creo? Quiero decir, definitivamente me gusta.
—¿Tiene manos feas? Algunas personas lindas tienen manos feas.
—No, más o menos tiene manos sorprendentes.
—Hmmm —dijo.
—Hmmm —dije.
Después de un segundo, Kaitlyn dijo:
—¿Recuerdas a Derek? Rompió conmigo la semana pasada porque había
decidido que había algo fundamentalmente incompatible entre nosotros
en el fondo y que simplemente nos heriríamos más si seguíamos. Lo llamó
separación preventiva. Así que quizás tienes ésta premonición de que hay
algo fundamentalmente incompatible y estás adelantándote a la
prevención.
—Hmmm —dije.
—Sólo estoy pensando en voz alta aquí.
—Lamento lo de Derek.
—Oh, lo superé, querida. Me tomó una caja de Thin Mints de las Chicas
Exploradoras y cuarenta minutos superar a ése chico.
Reí.
—Bueno, gracias, Kaitlyn.
—En caso de que te enrolles con él, espero detalles lascivos.
—Pero por supuesto —dije y entonces Kaitlyn hizo un sonido de beso hacia
el teléfono y dije—: Adiós. —Y ella colgó.
~♥~♥~♥~♥~

Me di cuenta mientras escuchaba a Kaitlyn que no tenía una premonición
de herirlo. Tenía una postmonición.
Saqué mi computadora portátil y busqué a Caroline Mathers. Las similitudes
físicas eran impresionantes: la misma cara redonda por esteroides, la
misma nariz, la misma forma aproximada de cuerpo. Pero sus ojos eran
marrón oscuro, los míos son verdes, y su tez era mucho más oscura, italiana
o algo así.
Miles de personas, literalmente miles, habían dejado mensajes de
condolencia para ella. Era un desplazamiento sin fin de personas que la
extrañaban, tantas que me tomó una hora de clics pasar de las
publicaciones de muro de: Siento mucho que estés muerta, a
publicaciones de muro de: Estoy rezando por ti. Ella había muerto hace un
año de cáncer cerebral. Fui capaz de hacer clic a través de algunas de
sus fotos. Augustus estaba en un montón de las más antiguas: señalando
con un pulgar hacia arriba la cicatriz en su cráneo calvo; brazo a brazo en
el campo de juegos del Memorial Hospital, con sus espaldas de frente
hacia la cámara; besándose mientras Caroline extendía la cámara, así
que sólo podías ver sus narices y ojos cerrados.
Las fotos más recientes eran todas de ella antes, cuando estaba saludable,
subidas después de su muerte por sus amigos: una chica hermosa, de
caderas anchas y curvas, con cabello negro largo y liso que caía sobre su
cara. Mi imagen sana se veía muy poco parecida a su imagen sana. Pero
nuestras imágenes de cáncer podrían haber sido hermanas. No es de
extrañar que él se hubiera quedado mirándome fijamente la primera vez
que me vio.
Seguí haciendo clic en una de las publicaciones del muro, escrita hace
dos meses, nueve meses después de que murió, por una de sus amigas.
Todos te extrañamos tanto. Simplemente nunca termina. Se siente como si
todos estuviéramos heridos por tu batalla, Caroline. Te extraño. Te quiero.
Después de un rato, mamá y papá anunciaron que era la hora de la cena.
Cerré la computadora y me levanté, pero no pude sacar esa publicación
del muro de mi mente, y por alguna razón eso me hizo sentir nerviosa y sin
hambre.
Me quedé pensando en mi hombro, que dolía, y todavía tenía dolor de
cabeza, pero tal vez sólo era porque había estado pensando acerca de
una chica que había muerto de cáncer cerebral. Continuaba diciéndome
que debía compartimentar17, para estar aquí ahora en la mesa redonda,
posiblemente con un diámetro muy grande para tres personas y,
definitivamente, demasiado grande para dos personas, con este brócoli
correoso y una hamburguesa de frijol negro, que toda la salsa de tomate
en el mundo no podía humedecer adecuadamente. Me dije que imaginar
una metástasis en mi cerebro o mi hombro no afectaría la realidad invisible
que sucedía dentro de mí, y que por lo tanto, todos esos pensamientos
eran momentos desperdiciados de una vida compuesta, por definición, de
un conjunto finito de esos momentos. Incluso he intentado decirme a mí
misma lo de vivir mi mejor vida hoy.
Por algún tiempo no pude comprender por qué algo que un desconocido
había escrito en Internet a una diferente, y fallecida, extraña, me estaba
molestando tanto y preocupándome sobre el hecho de que había algo
dentro de mi cerebro… lo que realmente dolía, aunque sabía, por años de
experiencia que el dolor es un instrumento de diagnóstico rotundo e
inespecífico.
Debido a que no se había producido un terremoto en Papúa Nueva
Guinea ese día, mis padres estaban súper enfocados en mí, así que no
podía ocultar esta inundación repentina de ansiedad.
—¿Está todo bien? —preguntó mamá mientras comía.
—Uh-huh —dije. Tomé un bocado de hamburguesa. Tragué. Traté de decir
algo que una persona normal, cuyo cerebro no estuviera ahogándose en
pánico diría—. ¿Hay brócoli en las hamburguesas?
—Un poco —dijo papá—. Es muy emocionante el que probablemente
podrás ir a Ámsterdam.
—Sí —dije. Traté de no pensar en la palabra herida, que por supuesto es
una manera de pensar en ello.
—Hazel —dijo mamá—. ¿En dónde estás ahora?
—Sólo pensando, supongo —dije.
—Twitterpated18 —me dijo mi papá, sonriendo.
—No soy un conejo, y no estoy enamorada de Gus Waters o cualquier
persona —contesté, demasiado a la defensiva. Herida. Como Caroline
Mathers que había sido una bomba y cuando había explotado todo el
mundo a su alrededor se quedó con las incrustaciones de la metralla.
Papá me preguntó si estaba trabajando en algo para la escuela.
—Tengo un poco de tarea álgebra avanzada —le dije—. Es tan avanzada
que no podría explicarlo a un laico19.
—¿Y cómo está tu amigo Isaac?
—Ciego —dije.
—Estás siendo muy adolescente hoy —dijo mamá. Parecía molesta al
respecto.
—¿No es esto lo que quieres, mamá? ¿Qué sea adolescente?
—Bueno, no necesariamente este tipo de adolescente, pero por supuesto,
tu padre y yo estamos muy contentos de verte convertida en una mujer
joven, haciendo amigos, yendo a citas.
—No voy a citas —dije—. No quiero ir a citas con nadie. Es una idea terrible
y una enorme pérdida de tiempo y…
—Cariño —dijo mi mamá—. ¿Qué pasa?
—Soy como. Como. Soy como una granada, mamá. Soy una granada y en
algún momento voy a estallar y me gustaría reducir al mínimo las víctimas,
¿de acuerdo?
Mi padre ladeó un poco la cabeza hacia un lado, como un perrito
Regañado.
—Soy una granada —dije de nuevo—. Sólo quiero mantenerme alejada de
la gente y leer libros, pensar y estar con ustedes porque no hay nada que
yo pueda hacer para no dañarlos; están demasiado involucrados, así que
por favor, déjenme hacer eso, ¿está bien? No estoy deprimida. No
necesito salir más. Y no puedo ser una adolescente normal, porque soy una
granada.
—Hazel —dijo papá, y luego se le hizo un nudo en la garganta. Lloraba
mucho, mi papá.
—Voy a ir a mi habitación y leer un rato, ¿está bien? Estoy bien. Realmente
estoy muy bien, sólo quiero ir a leer un rato.
Empecé tratando de leer esta novela que me habían asignado, pero
vivíamos en una casa de paredes trágicamente delgadas, por lo que
pude oír gran parte de la conversación en voz baja que se produjo.
Mi papá decía—: Me mata.
Y mi mamá diciendo—: Eso es exactamente lo que no necesita escuchar.
Mi padre diciendo—: Lo siento, pero…
Y mi mamá diciendo—: ¿No estás agradecido?
Y él, diciendo—: Dios, por supuesto estoy agradecido. —Seguía tratando
de entrar en esta historia, pero no podía dejar de escucharlos.
Así que me giré a mi computadora para escuchar música, y con la banda
favorita de Augustus, The Hectic Glow, como mi banda sonora, volví a la
página del homenaje a Caroline Mathers, leyendo acerca de cómo fue su
lucha heroica, y lo mucho que era extrañada, y cómo ella estaba en un
lugar mejor, y cómo iba a vivir para siempre en sus memorias, y cómo
todos los que la conocían, todos, estaban abatidos por su ausencia.
Tal vez se suponía que debía odiar a Caroline Mathers o algo así, porque
había estado con Augustus, pero no lo hacía. No podía ver muy
claramente en medio de todos los homenajes, pero no parecía haber
mucho odio… parecía ser sobre todo una persona enferma profesional,
como yo, lo que hizo que me preocupara que cuando muriera no tendrían  nada qué decir sobre mí, salvo que luché heroicamente, como si la única
cosa que siempre hubiera hecho era tener cáncer.
De todos modos, con el tiempo empecé a leer las pequeñas notas de
Caroline Mathers, que en realidad eran en su mayoría escritas por sus
padres, porque creo que su cáncer cerebral era de la variedad que te
hace que no seas tú antes de que te haga no vivir.
Por lo tanto era todo como:
Caroline sigue teniendo problemas de conducta. Está luchando mucho
con la ira y la frustración por no ser capaz de hablar, nos sentimos
frustrados por estas cosas, también, por supuesto, pero tenemos maneras
socialmente más aceptables de lidiar con nuestra ira.
A Gus le ha dado por llamar a Caroline HULK DESTROZADOR, que resuena
con los médicos. No hay nada fácil en esto para cualquiera de nosotros,
pero tomas humor de donde puedas conseguirlo. Esperando volver a casa
el jueves. Les haremos saber. . .
No fue a su casa el jueves, no falta decirlo.
Así que por supuesto me puse tensa cuando me tocó. Estar con él sería
hacerle daño… inevitablemente. Y eso es lo que sentí mientras se
acercaba a mí: Me sentí como si estuviera cometiendo un acto de
violencia contra él, porque lo hacía.
Decidí enviarle un mensaje de texto. Quería evitar toda una conversación
al respecto.
Hola, así que bien, no sé si vas a entender esto, pero no puedo besarte ni
nada. No es que necesariamente quieras, pero no puedo.
Cuando trato de verte de esa manera, todo lo que veo es por lo que te
voy hacer pasar. Tal vez eso no tiene sentido para ti.
De todos modos, lo siento.
Respondió unos minutos más tarde.
Bien.
Le contesté:
Bien.
Respondió:
¡Oh, Dios, deja de coquetear conmigo!
Sólo dije:
Bien.
Mi teléfono sonó instantes después.
Estaba bromeando, Hazel Grace. Lo entiendo. Pero los dos sabemos que
Bien es una palabra muy coqueta. Bien, está LLENA de sensualidad.
Estuve tentada a responder Bien otra vez, pero me lo imaginé en mi
funeral, y eso me ayudó a responder correctamente.
Lo siento.
~♥~♥~♥~♥~

Traté de ir a dormir con mis auriculares aún puestos, pero después de un
tiempo mi mamá y mi papá entraron, y mi mamá agarró a Bluie de la
estantería y lo estrechó contra su estómago, y mi padre se sentó en la silla
de mi escritorio, y sin llorar, dijo:
—Tú no eres una granada, no para nosotros. Pensar en ti muriendo nos
entristece, Hazel, pero no eres una granada. Eres asombrosa. No puedes
saber, dulzura, porque nunca has tenido a un bebé que se convierte en un
lector joven y brillante, con un interés secundario en programas de
televisión horribles, pero la alegría que nos traes es mucho mayor que la
tristeza que sentimos sobre tu enfermedad.
—Bien —dije.
—En realidad —dijo mi papá—. No te mentiría acerca de esto. Si tú fueras
más problemas de lo que vales, sólo te tiraríamos a la calle. 
—No somos personas sentimentales —agregó mamá, impasible—. Te
dejaríamos en un orfanato con una nota clavada en tu pijama.
Me eché a reír.
—No tienes que ir al grupo de apoyo —agregó mamá—. No tienes que
hacer nada. Salvo ir a la escuela. —Me dio el oso.
—Creo que Bluie puede dormir esta noche en el estante —le dije.
—Permítanme recordarles que tengo más de treinta y tres medios años de
edad.
—Quédatelo esta noche —dijo.
—Mamá —dije.
—Él está solo —dijo.
—Oh, mi Dios, mamá —dije. Pero tomé al estúpido Bluie y como que me
abracé a él mientras me quedaba dormida.
Todavía tenía un brazo envuelto en Bluie, de hecho, cuando me desperté
justo después de las cuatro de la mañana con un dolor apocalíptico
tocándome desde el inalcanzable centro de mi cabeza.


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